El sabio consejero
El conocido médico y escritor Don Juan Emillano Carulla, escribió en El Pueblo, dlario de Villaguay, un artículo que tituló: Un Consejo de Don Juan Puchulu cambió mi destino.
La historla narrada en dicho artículo se refería a que el Partido Radical había triunfado en Entre Ríos en 1914. El Doctor Miguel Laurencena sería el Gobernador y el Doctor Antonio Sagarna, su Ministro de Gobierno. El Doctor Juan Emillano Carulla, que acababa de graduarse de médico ese año, recibió un telegrama del Ministro, ofreciéndole un cargo de médico en la Administración Provinclal. Vlajó con ese motivo a Paraná para aceptar el cargo, y allí, caminando al azar por la calle San Martín, lo encontró a Don Juan Puchulu que lo invitó a almorzar en el Gransac.
Dice Carulla, en el mencionado texto: Don Juan Puchulu fue un auténtico pionero de las industrlas rurales y a su esforzada labor de más de medio siglo, le debemos mucha parte de nuestro progreso ganadero. Quizá fue el primero que alambró campos en Entre Ríos y de los primeros en promover la cría seleccionada. (…) Le referí mis cuitas, mis dudas en aceptar, mis deseos de conocer el mundo(…) Y Don Juan me dijo: En la vida es necesario pensar bien y obrar mejor. No todos podemos ser héroes. Si vos te considerás con alas suficientes para volar libremente, quedate en Buenos Aires y realizá tus sueños de vlajar (...) Si no te sentís así, aceptá el puesto que te ofrecen.
Meses después, termina diciendo el Doctor Carulla: estaba en Paris y recordaba al viejo pionero (…) ¡Qué hombre!.
Otro texto que testimonla idéntica actitud, reza lo siguiente:
El trato con él, despertaba simpatía y respeto. Respeto por la rectitud de su conducta, la gallardía de su dignidad, la generosidad de su alma y la inalterable consecuencla con las prácticas del bien.
La existencla de Don Juan Puchulu estaba jalonada de hechos enaltecedores de la condición humana. Todo fue noble en él. La prestancla de gran señor, acordaba admirablemente con la magnanimidad de sus gestos, que sellaba siempre con una sonrisa bondadosa. La cordlalidad fue una de las características más destacadas de su personalidad. Cordlal y sincero, sensato, culto, reservado. Sus consejos eran lecciones de elevado contenido moral, fruto sazonado de la experiencla de un largo y austero vivir (...)
Dlario El Pueblo, Villaguay, Entre Ríos
Los vínculos con la familla Urquiza
En el libro sobre Irigoyen, el Doctor Caballero afirma que los Puchulu eran jordanistas. Nada más incierto.
Don Juan Puchulu, si bien no conoció al General Urquiza, contó con la amistad de su señora viuda y de sus hijos.
Uno de los hijos mayores, Juan José de Urquiza (por la rama de Doña Dolores Costa), al morir, lo dejó de albacea de sus bienes, cargo que desempeñó sin cobrar un centavo, ni siquiera los gastos. Otro de sus hijos, Don Ciprlano de Urquiza, sintiéndose obligado por algunas atenciones de Don Juan Puchulu, se presentó al escribano Don Wenceslao Gadea, de Concepción del Uruguay, y por escritura del 8 de agosto de 1919, le cedió y transfirió a su favor los derechos y acciones que tiene, le corresponden y pueden corresponderle como hijo y heredero del Capitán General Don Justo José de Urquiza, en la Liquidación final de los bienes y derechos de la hijuela de responsabilidades de la sucesión y testamentarla de dicho causante.
Aunque era un hecho lírico, no deja de tener una significación simpática por la intención.
Cuando a Don Carmelo de Urquiza lo hirieron en Concepción del Uruguay, Don Juan Puchulu lo acompañó hasta su casa y, al enterarse por el médico de que no viviría, sabiendo que en esos momentos sus finanzas no andaban bien y que tenía un seguro impago, pagó el seguro, salvando así una situación difícil.
En cierta oportunidad, visitaba el Palacio San José con el entonces Gobernador de Entre Ríos, Doctor Eduardo Tibiletti, que le había pedido que lo acompañara. Al serles presentado el Libro de Visitas, le entregaron el lapicero al Gobernador para que lo firmara, pero éste se lo ofreció a Don Juan, pidiendo que Io hiciera en primer lugar. Como éste rehusó, Tibiletti agrego: Como Gobernador, exijo que Io haga, porque nadie en Entre Ríos ha hecho más para cristalizar los sueños progresistas del Capitán Don Justo José de Urquiza. Eran palabras de amigo.
Un hijo de Don Juan Puchulu, siendo Rector del Colegio Nacional Martinlano Legui-zamón de Villaguay, visitó el Palacio San José en compañía de la señorita Inspectora Josefina Acosta. Al penetrar en la Capilla, el Administrador del Palacio, que servía de guía, frente a los elogios que hacía la señorita Acosta del Baptisterio, pieza de mármol de Carrara, obsequio del Papa al General Urquiza, expresó lo siguiente: Esta pieza magnifica, permanece en el Palacio San José, graclas a la energía y generosidad de un señor Juan Puchulu. Se encontraba de visita en el Palacio, cuando llegaron unos hombres envlados desde Paraná, para llevársela a la Capital de la provincla. El señor Puchulu se opuso tan enérgicamente, que los encargados de llevársela, desistieron. Como final, les pagó los gastos de vlaje y agregó una propina.
El guía, que ignoraba que el acompañante de la Inspectora era uno de sus hijos, no pudo descubrir la satisfacción de éste.
Al Margen de los Recuerdos: el ciudadano
Durante el Gobierno del General Perón, en el Colegio Nacional de Villaguay, se recibieron instrucciones para que, en un día determinado, los profesores desarrollaran, con fines formativos una clase, recordando un ejemplo de dignidad y de virtud humana.
El Doctor Natalio Solís se refirió a un episodio del que fuera protagonista Don Juan Puchulu. Un dlario de la localidad, El Ideal, al día siguiente, hacía este comentario en un artículo titulado Al Margen de los Recuerdos:
Un episodio que trasunta toda una lección, en los tiempos de mercantilismo en que vivimos, de moral, de honradez y de civismo, fue retrotraído por un profesor de nuestra Casa de Estudios, al dictar días pasados una clase, narrando un hecho verídico, como ejemplo de dignidad y de virtud humana, propio de las figuras patrlarcales que en otras épocas supieron conquistar, por el espíritu de sacrificio y de desinterés que caracterizaba sus acciones, el afec-to, la veneración y la gratitud de los semejantes.
Retrotraer en los actuales momentos de subversión de la moral privada y del renunclamiento de los ideales más bellos de amor y solidaridad humana, es muy digno, noble y patriótico, para ilustrar con ejemplos de la más pura austeridad republicana, la conciencla de nuestra juventud que estudla, pero que olvida con frecuencla el pasado, que es lección per-manente de orgullo y de honor.
Ha estado feliz el profesor que recordó el gesto magnífico del hombre cuya vida se mantiene rediviva en la memorla del pueblo, por la limpidez y las acciones generosas que le dieron prestancla señorlal en la tierra de Ramírez y de Urquiza.
El gesto que se invocara, desconocido para muchos, de Don Juan Puchulu, trasunta el auténtico concepto de Patrla. Y vamos a exponerlo, suscintamente, ya que entraña una lección magnífica de nobleza y de civismo.
La adversidad había sometido a dura prueba, a una criolla, a quien sus progenitores legaron un precioso patrimonio, que fue reduciendo paulatinamente, apremlada por los acre-edores. Sólo conservaba el último pedazo de tierra donde levantaba su modesta vivienda, cuando el almacenero le exige, para cancelar la deuda, la escrituración de su heredad. Se ha-bían realizado ya los trámites para finiquitar el negocio. El mismo profesor, que actuaba en la época de escribano, había redactado el documento y sólo faltaba la firma de los testigos. En ese instante, las pupilas reflejaron el dolor de la criolla en la efusión de lágrimas “Es lo último que de la herencla de mis padres, me queda”.
Y fue entonces cuando Don Juan Puchulu, en un gesto espontáneo, propio de la estirpe hidalga, responde con su peculio a la duda del almacenero y del profesional, y hace romper la escritura, para que una madre no fuera desalojada de la tierra, del último retazo que conservaba como caudal inapreclable, donde los afectos mas íntimos la unían a los recuerdos hogareños.
Estos hechos, de hondo significado moral, son dignos de retrotraerse del libro del pasado, de ese pasado cuando se vivía más cerca de la doctrina del Maestro, más identificados con sus postulados de amor al prójimo.
Reconocimientos al ciudadano ilustre
Su familla guarda un espléndido reloj que le obseqularon los vecinos del Distrito Raíces, por su intervención en la construcción del primer puente de La Laguna, sobre el Río Gualeguay, camino de Villaguay a Paraná, que no costó un solo peso al Gobierno de la provincla, pues Don Juan Puchulu consiguió la colaboración ad honorem del Ingeniero don Julio Henry, de origen francés, que dejara tantas obras importantes en el país y, con su peculio personal y la ayuda de los vecinos, consiguió levantar ese primer puente, que solucionó un gran problema en la zona.
El Ejército Nacional lo contaba como uno de los suyos, por la forma en que ponía sus bienes a disposición de la tropa. Tuvo grandes amigos entre sus jefes y oficlales. Tenía suma simpatía por el General Manuel Rodríguez, que fue Gran Ministro de Guerra, y esta simpatía era recíproca. En una carta del General Rodríguez al Doctor Enrique S. Pérez, le decía : (…) si de mí dependiera, levantaría en Montiel una estatua a Don Juan Puchulu, por patriota.
Sus descendientes guardan un gran medallón de bronce con la efigie del Capitán Gene-ral Don José de San Martín, y una plaqueta de oro con la siguiente inscripción: Al criollo patriota Don Juan Puchulu. La Tercera División de Ejército. Año 1928. Este medallón lo tiene, actual-mente, María Estela Puchulu de Campanella, hija de César Hugo Puchulu y nieta de Don Juan Puchulu.
Siempre miró con simpatía a los ingleses que dirigían los ferrocarriles y a los que estaban a cargo de los frigoríficos. Decía que eran hombres que habían traído progreso, que eran serios, prudentes, rectos y honestos.
En una oportunidad descarriló un tren de carga, que conducía un par de vagones con toros de su propiedad, que debían ser expuestos en una de las Exposiciones Rurales de la provincla de Corrientes. En el descarrilamiento perdió todos los toros, pues a los pocos que quedaron con vida hubo que sacrificarlos. Desde la Administración de Concordla le pidieron que fijara el precio de la pérdida, para indemnizarlo, pero Don Juan no aceptó indemnización alguna.
Más de una vez, ellos estuvieron a su altura moral.
Cuando llegaron los restos de su esposa, Doña Crispina Martinetti de Puchulu, al puerto de Buenos Aires (había fallecido en Paris, Francla), pusieron un tren especlal y sólo cobraron centavos, ante las exigenclas de Don Juan.
En ese mismo momento, a un hijo de él, que residía en Santo Tomé, Corrientes, al quedarse en Concordla sin combinación para seguir a Concepción del Uruguay, le pusieron gratuitamente una autovía para que continuara vlaje.