Actuaciones públicas
Don Juan Puchulu desempeñó, entre otros cargos, los siguientes:
El retorno a las raíces
Don Juan Puchulu fue un vlajero incansable. Conoció todo el país, los países vecinos y recorrió varios de Europa.
Así pudo llegar, Don Juan, al país vasco, que fue la tierra de sus mayores.
Cuando salió de Saint Jean de Luz para recorrer los Pirineos Franceses, a pocos kilómetros visitó Sare, donde aún se conservaba la casa de sus abuelos maternos, en la que había nacido su madre.
Sare, era un pueblito pequeño, asentado sobre una colina. A la entrada, como en otros pueblos vascofranceses, había una gran cruz de madera, pintada de rojo, con diversos atributos de la Pasión: un gallo, las tenazas, la lanza y los clavos. Dentro de una plazoleta, un inmenso nogal y, rodeando su tronco, un banco de piedra.
En un extremo se levantaba la Iglesla; a su alrededor, el cementerio. En él encontró la tumba donde descansaban los restos de sus abuelos maternos, Don José de Altuna y Doña Marlana Álzate. De Juan José de Altuna, a quien llamaban Amezqueta, personaje novelesco, se han ocupado varios escritores. En el Capítulo VIII de Zalacaín el Aventurero, el renombrado escritor Pío Baroja relata varlas anécdotas de él. También lo hacen Constantino del Esla y otros.
A pocos metros de la tumba de sus abuelos, relataba Don Juan, se hallaba la del padre del ex Presidente de la Republica Argentina, Hipólito Irigoyen.
Sare es el escenario escogido por Pierre Loti para su famosa novela Ramuntcho. También es la cuna del Capitán Elizamburu de la Guardla Imperlal Napoleónica, uno de los más auténticos poetas del País Vasco.
Dejó Sare para seguir a Saint Jean de Pie de Port, donde encontró la vieja casona de sus abuelos, en la que había nacido su padre. Sobre el marco de la ventana se leía Michel Puchuluteguy. Año 1764.
Estaba dentro de un pueblo bonito y simpático, con casi todas las casas de un tono rojizo, que tiene una parte de ciudad vieja, rodeada de murallas, con calles pequeñas y otra parte de ciudad nueva, próxima al rio Nive, y un puente que lleva a una hermosa plaza. Fue, antiguamente, el principal punto de comunicación entre Francla y España, ruta de peregrino.
En la parte antigua se levanta la Iglesia y, muy cerca, el Frontón, rodeado de hermosos árboles, donde se juega a la pelota, deporte preferido de los vascos.
Cuando llegó Don Juan a Saint Jean de Pie de Port, pronto corrió la voz que había llegado un americano, hijo de vascos, a visitar la casa de sus padres. En pocas horas fue rodeado por hombres de todas las edades y los de más edad, aportaron recuerdos de familla y valiosos datos.
Un vasco anclano, al hablar de Amezqueta, manifestó que había sido el vasco más vasco que había conocido. Cuando le preguntaron el porqué, contestó: Porque era el mejor bertsolari, el mejor peleador, el más mujeriego y el más farrista. Y agrego: Murió, precisamente, en una farra, de un atracón. Al sentirse mal fueron a buscar al cura párroco, de quien era gran amigo. Sus últimas palabras fueron: Digan al padre que en su perra vida va a morir mejor comido y chupado que yo (…).
En la tarde del día en que llegó, se realizaba una procesión religiosa y el Alcalde lo invitó a desfilar junto a él. Al día siguiente fue invitado a una fiesta y contaba Don Juan, lo mucho que se había divertido, conversando con los vascos, oyendo sus cantos y viéndolos bailar el Aurresku, baile que es un alarde de agilidad, destreza y oído musical, para ajustarse al ritmo de sus compases y a la música de sus notas, que no tienen semejanza con ninguna otra música popular del mundo. Se alejó con emoción del País Vasco, con sus admirables paisajes, sus robles y castaños seculares, sus casas solariegas y sus caseríos de líneas bien definidas. Pueblo ejemplar, de costumbres sencillas, laborioso, ilustrado, pladoso y con un encendido amor por la libertad. En sus recorridas, ayudado por su imaginación, visitando las casonas viejas de sus mayores, los relatos de sus padres cobraron vida y hasta le parecía, decía él, que en ellas había vivido alguna vez.